viernes, 27 de mayo de 2005

¡DARTH VADER ES INOCENTE! (O LO QUE ES LO MISMO, “DE COMO ESTE COLUMNISTA TERMINA SIENDO UN SIMPLE FANBOY)

Por principio de cuentas creo que todo análisis que se realice acerca de Episodio III, la Venganza de los Sith o de la saga completa de Star Wars resultará apenas de mediano interés por sesudo que pretenda ser; a los fans no los va uno a convencer de los posibles errores y a quien no le importa la serie tampoco le importará la crítica de la misma.

En segundo lugar, debo señalar que Star Wars es muy importante para mi, representa una marca generacional y una fascinación desde la infancia, aunque no llego al punto geek; no me vestí de ningún personaje para ver la cinta ni me senté tres días antes en la puerta del cine para hacer fila.

Dicho lo anterior procedo al comentario: a pesar de ser indiscutiblemente la mejor de la nueva trilogía, la Venganza de los Sith no llega al nivel épico de la serie original sin que ello le reste méritos, de hecho, hace poco leía un comentario acerca de lo ocioso que resultaría analizar la saga como un sólo ente dada la personalidad y continuidad interna en cada uno de lo episodios, lo cual me parece muy cierto.

En ese sentido, La Venganza de los Sith resulta fascinante por si misma, evidentemente sirve el conocer la historia previa y futura de Anakin Skywalker para entender en su justa dimensión la transición de héroe a villano, aunque las dificultades emocionales por las que pasa el joven Jedi en esta parte resultan suficientes. La delgada línea entre el bien y el mal se convierte en un terreno farragoso y Anakin se inclina hacia el lado por el cual él considera puede salvar lo que ama, aún a costa de cometer actos aberrantes y luego de conocer el fracaso de su actitud es entendible su corrupción absoluta.

Dath Vader es quizá el mejor villano en la historia del cine, regularmente aparece en las listas triangulando los primeros lugares con el doctor Hannibal Lecter de El Silencio de los Inocentes (Jonathan Demme, 1991) y Norman Bates, de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) y si a mi parece superior a aquellos es porque tanto en Lecter como en Bates la maldad deriva de una condición mental patológica, en tanto que Vader representa la maldad desde su sentido primigenio, el opuesto necesario para brindar equilibrio al universo que aparece en los mitos primigenios, no por nada en la creación de la historia original George Lucas contó con el apoyo del maestrazo Joseph Campbell, uno de los más grandes investigadores de mitos del siglo XX, quien con sus consejos ayudó a crear una de las más grandes historias de ficción. La transformación de Anakin en Vader se convierte en un acto de mutación lógico que lo convierte en un ser único, contrario al resto de los personajes quienes se encuentran en los extremos de positivo y negativo, susceptibles de ser evaluados de una manera más convencional.

Regresando a la película, hay que decir que esta se deja disfrutar desde el inicio, la acción es constante y afortunadamente ya se dejó Lucas de discursos sobre economía universal con los que casi nos mata de aburrimiento en Episodio I o de la melcocha gratuita entre Anakin y Amidala del Episodio II, ambos elementos están presentes pero contenidos; las lagunas en la historia que todos los fans temíamos no se alcanzarían a responder quedan satisfactoriamente resueltas en las 2 horas y media de la cinta y al final queda un extraño sentimiento agridulce al saber que la saga concluyó muy bien, aunque también hubiésemos querido que eso nunca sucediera.

Ahora bien, hay que apuntar que no todo en la película es perfecto: las actuaciones de Hayden Christensen y Ewan Mc Gregor en momentos se caen, sobre todo cuando pretenden hacerse los chistosos; la aparición del planeta de los Wookies no se justifica más que para hacernos felices a quienes deseábamos ver de donde salió Chewbacca, los diálogos de repente son muy sosos y apareció Jar Jar Binks, si ya se que lo hace como 5 segundos y no pronuncia palabra, pero su sola presencia es aberrante.

No es una obra de arte, pero ¿a quien le importa eso?

Me queda la duda si la demencia imperial de Palpatine sea accidentalmente coincidente con la demencia imperial de George Bush, tal vez si, pero conociendo las raíces independientes de Lucas cabe esperar que si sea parte de un discurso político antiterrorista, refiriéndonos a Bush como el terrorista y dejando de lado el oportunismo, claro.

DE REFILÓN.

Con poca -por no decir nula- publicidad se está llevando a cabo el IV Festival de Cine Internacional y Cortometraje del CCC en el Auditorio Rafael Nieto de la UASLP, la programación es muy buena, elaborada con películas que difícilmente llegarán a las salas de cine locales. Hoy se proyecta Koma, una película hongkonesa de Chi –Leung Law, el director de la aclamada Inner Senses, que vale bastante la pena. Mañana se proyecta Metrópolis, de Fritz Lang que será acompañada de música jazz en vivo, eso es algo indispensable de ver. Las funciones son a las 19:00 horas.

Aquí lo chistoso del asunto es que mientras el Cineclub de la UASLP, indudablemente el más importante en la historia de los cineclubes potosinos, sigue siendo tratado con un menosprecio indignante (e ignorante, para que rime), las actividades cinematográficas propuestas por legiones extranjeras son apoyadas sin mayores miramientos. Espero que esta apreciación sea errónea, espero, pero no lo creo.

viernes, 13 de mayo de 2005

20 años (y II)

Por circunstancias fuera de mi alcance la semana pasada no se pudo publicar esta columna y por ende, la segunda parte del comentario sobre los 20 años de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UASLP; el lapso, no obstante, sirvió para repensar el tema, retroalimentado con opiniones que he venido recabando de ex alumnos con toda clase de posturas hacia la escuela, desde quien considera su estancia un tiempo irremediablemente perdido hasta quien cree a pie juntillas que no hay mejor espacio de conocimiento. Sigamos pues.

Una de las frases más afortunadas del ex rector Jaime Valle es que la Universidad no es otra cosa sino sus egresados; explicaba que con ello se refería al papel que desempeñan los graduados como la carta de presentación más clara ante el sector patronal por su nivel de conocimiento y calidad como profesionistas, el ex rector estaba convencido de que los egresados de la UASLP son motivo de orgullo para esta.

Desafortunadamente el espíritu de la Escuela de Comunicación no es el mismo. Si bien se que una escuela no es agencia de colocaciones, también tengo claro que es deber de esta construir vínculos con los sectores público y privado de mínimo para que se sepa de que es capaz un egresado y eso es lo que menos ha sabido hacer en dos décadas la E.C.C.

A estas alturas, fuera de la escuela se sigue sin saber para que rayos sirve un comunicólogo, a lo más se piensa que saben tomar fotos y hacer videos y del lado de los aspirantes es común que los jóvenes bachilleres piensen en entrar a esa carrera para el día de mañana ser vj’s de MTV.

En la página web de la ECC, la descripción del campo de trabajo, bolsa de trabajo y posgrados, entre otros (incluidos los antecedentes históricos de la escuela) se encuentran completamente en blanco.

La idea que me vendieron de la carrera de Ciencias de la Comunicación fue la de un espacio de conocimiento ulterior del que se puede desprender la solución de la mayor parte de los problemas sociales gracias a la característica interdisciplinaria y cambiante de su estructura propia. Sigo creyendo que un egresado, si se encuentra bien preparado, es capaz de confrontar y proponer soluciones... de motu proprio.

Sigo creyendo también en las múltiples cualidades de la carrera, mas no en el proceso formativo que sigue, al menos en mi alma mater. He visto con pesar como pasan los años y no se ve un progreso real, la vida de la escuela se limita a elaborar discursos progresistas que no se aplican en términos reales, establecer líneas de trabajo sobre conceptos ambiguos e impartir clases con un programa que es prácticamente el mismo con que inició la carrera hace 2 décadas.

Y la currícula seguirá siendo la misma en tanto no se destrabe el absurdo jaloneo tribal en que han degenerado las reuniones para discutir el cambio de la estructura curricular, con lo cual los principales afectados son la escuela y los alumnos.

La celebración del XX aniversario pudo haber sido un buen momento para la autocrítica, para replantear el rumbo de la escuela, para escuchar todas las voces, para hacerse visibles de una buena vez. En cambio, los comentarios que he recogido acerca de las mesas de trabajo con egresados son todos de decepción, salvo uno, debo aclarar, que ve que la escuela es maravillosa y marcha a la perfección.

A final de cuentas, da gusto ver la pervivencia del lugar donde uno se formó, pero aunque uno ya no viva en la casa puede opinar del color en que está pintada, ¿no?

DE REFILÓN.

Este lunes a las 7 de la tarde se presenta en el Cineclub del Museo Federico Silva. Escultura Contemporánea la película más polémica de Martín Scorsese, “La última tentación de Cristo”.

La cinta tiene a la vez el record de asistencia en los cineclubes locales, historia que se remonta a una proyección que organizara la siempre activa Carla Díaz en la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UASLP hace unos 10 años, aunque la cinta se anunció sin subtítulos y la escuela está casi llegando a Jalisco hubo un lleno total. Tiempo después, ya con copia en español, se tuvieron que abrir tres funciones para dar cabida a toda la gente que quiso ver la cinta en el Cineclub de la UASLP.
Lo curioso del asunto es que la condena de la iglesia y los sectores conservadores sigue resultando incomprensible, después de todo la idea en la novela de Nikos Kazantakis y en la película de Scorsese es mostrar un Jesús más humano que en la cruz tiene un momento de arrepentimiento que al final de la cinta sólo lo acerca más al concepto primigenio de la cristiandad. A lo mejor eso es lo que no le gusta a la iglesia.

lunes, 9 de mayo de 2005

AMOR ETERNO (sin Juanga, conste)

Un largo domingo de noviazgo, la más reciente cinta de Jean Pierre Jeunet es, por encima de su feo título (en este caso aguanta que se lo hayan cambiado en español por Amor Eterno), la confirmación irrefutable del talento del director y puede ser la consagración definitiva de Audrey Tatou como una de las mejores actrices europeas jóvenes.

Trabajando por segunda vez en su carrera con un guión que no es de su autoría – la película se basa en la novela del mismo nombre de Sebastien Japrisot-, Jeunet crea un relato que respeta la línea narrativa del libro a pesar de incluir abiertamente su estilo para entregarnos un relato realista tocado por pinceladas de fantasía, una especie de realismo mágico que al parecer es la dimensión en que vive el director al ser una constante en su obra (favor de hacer de cuenta que Alien 4 no existe).

Más cercana a nuestra dimensión real que sus trabajos anteriores, Amor Eterno se convierte en una historia fundamentalmente amorosa donde convergen elementos distintivos del cine bélico y hasta un poco de género negro para hacernos partícipes en la odisea de Mathilde (Tatou), una joven coja que se niega aceptar que su prometido, Manech, fue muerto entre trincheras en la Primera Guerra Mundial, que en el tiempo de la película terminó hace 3 años. Con una tenacidad férrea, la pequeña Matilde sigue su búsqueda a pesar de las evidencias de la muerte de su amante, tiene una certeza mayor que le indica lo contrario, la certeza del corazón, y a las de ese tipo no hay razón humana que doblegue.

Gracias a la habilidad del director el relato no empalaga en ningún momento a pesar del tono romántico, el amor de Mathilde es conmovedor aún en momentos en que los espectadores nos compadecemos de ella al pensar que ya no hay esperanza, sin embargo, la intervención de elementos y personajes como Tina Lombardi, el cartero o el barman con la mano de madera equilibran y potencian la calidad de la narración.

Es necesario también destacar la labor del equipo que ha conformado Jeunet, mismo que da muestras de madurez y entendimiento a favor de la creación artística; desde la aparición de actores recurrentes como Dominique Pinon y Jean Claude Dreyfuss; la participación de Gillaume Laurant como co-guionista; la edición de Hervé Schneid, la fotografía de Brunno Delbonnel y un largo etcétera. Gracias a todos ellos Amor Eterno se convierte en una película indispensable de ver.