sábado, 24 de septiembre de 2005

MATÍAS Y EL PASTEL DE FRESA

Las becas del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes siempre han sido motivo de cuestionamientos, por un lado de quienes no las reciben y siempre ven en ello mano negra y por otra de quienes nos preguntamos que pasa con los resultados que se supone deben mostrar los becarios, de ahí que siempre es imperativo ver la presentación de los efectos de este apoyo.

En ese sentido, la presentación de “Matías y el pastel de fresa” resulta doblemente atractiva, ya que además de ser consecuencia de una beca, es el primer trabajo formal como director de Mario Rocha, un teatrero surgido hace una docena de años de la próspera cantera que son los COBACH, en el que opta por el teatro de marionetas con bastante tino en la orquestación de esfuerzos que requiere el ser director.

La obra es una adaptación de Enrique Ballesté a una historieta muda original de Palomo, dibujante de grato recuerdo para quienes disfrutamos a principio de los años 80 de las ilustraciones que junto a las de Dzib, Sergio Arau y otros embellecían los libros de textos de primaria antes de que la SEP diera otra muestra de su absurda obsolescencia al desechar el arte y cambiarlo por las imágenes simplonas que aparecen ahora.

Hago hincapié en las ilustraciones porque en la obra es notable la influencia que Mario ha tenido de las historietas, así como de las marionetas creadas por Jim Henson y hasta en el viejo programa de Juan Sinmiedo, lo cual se puede apreciar en la manera en que plantea los cuadros y coreografía a los personajes, algo que quizá los niños que asisten a las funciones no alcancen a apreciar por cuestión generacional, pero que es un grato extra para los treintañeros.

La historia es sencilla: en medio de la noche al pequeño Matías se le antoja una rebanada de pastel de fresa que está en el refrigerador, así que se dispone a ir por ella; él sabe que eso no es lo correcto y lo comprobará cuando el camino de su habitación a la cocina se convierta en una odisea en la que intervienen un simpático monstruo azul, varios seres fantásticos y hasta Batman, el Hombre Araña y Superman en un breve cameo, no muy heroico por cierto.

Dentro del conjunto de aciertos, destaca también el trabajo de los actores que dan vida a marionetas y botargas, ya que ninguno de ellos tiene experiencia amplia en el género y sin embargo desarrollan un trabajo muy respetable que atrae la atención de los niños y motiva su participación activa.
Enhorabuena por Mario Rocha, ojalá que en sus siguientes trabajos mantenga el rumbo marcado con esta obra.