No,
no se trata de un hecho, si no de una sugerencia: dejar de entregar los Premios
20 de noviembre. Cuando algo está saliendo mal lo mejor es hacer una pausa para
pensar y reconstruir o dar por concluido; justo en ese momento se encuentran
las cosas alrededor del certamen en teoría más prestigiado de nuestra localidad
junto con la también anquilosada presea Plan de San Luis.
Ya
antes había pensado en el tema, pero fue justo en la entrega de este año cuando
vi con certeza la necesidad de un corte de caja. El premio ha perdido por
completo su esencia para convertirse en un botín por el cual los creadores
podrían pelear a muerte, en tanto es evidente que al actual gobernador no le
importan más allá que para tomarse la foto y aparentar sensibilidad. La
Secretaría de Cultura ha perdido control de todos sus aspectos y no tiene la
menor capacidad autocrítica para verlo.
Hace
años, en la anterior administración gubernamental, se dio un momento
interesante en el cual un grupo de artistas se acercó a la Secult con la
intención de involucrarse en un proceso de reelaboración del programa encargado
del Premio, acción que tuvo respuesta: se hicieron modificaciones en la
convocatoria, el criterio de selección de jurados, la forma de recepción de
artes plásticas –en la cual se implementó un formato de dictamen de obra
llenado y firmado tanto por la institución como por los artistas al momento de
entregarla- e incluso en el montaje y museografía. Desafortunadamente fue una
actualización efímera. Con la nueva administración otra vez las cosas
cambiaron. Para mal.
Los
premios siempre han sido cuestionados, eso es un hecho. Invariablemente habrá
quien no esté de acuerdo con la decisión de los jurados y echará pestes sobre
la deshonestidad de la Secult, percepción evidentemente viratoria cuando alguno
de esos detractores recibe el premio. No
es ese el único problema con los participantes; me ha tocado ser testigo de
quienes se quejan de favoritismo por no recibirles piezas llevadas aún frescas
pese a que la convocatoria señala expresamente no serán recibidas de esa
manera. También he visto a quienes entregan marcos, bases o la pieza misma con
daños y luego gimotean exigiendo el pago de las mismas por "daños causados". Y lo peor, no están
dispuestos a acatar las bases; para mayor muestra recordemos el incidente de
2015 con los fotógrafos, quienes indignados porque los jurados tomaron la
decisión de declarar desierto el rubro protestaron y aprovechando la indolencia
del gobernador lograron que se re convocara a concurso, yendo por completo en
contra de las cláusulas que indican: a) participar implica aceptar las bases y
b) el fallo de los jurados es inapelable.
Por
el lado de la Secult la situación es más delicada, como institución
representante del gobierno convocante tiene la obligación de dar al Premio la
relevancia y dignidad que debería ser su marca y ha sucedido lo contrario. El
ejemplo más vivo actualmente se encuentra en la abusiva e incoherente carta
responsiva que obligaron a firmar a los participantes y en torno a la cual se
levantaron firmas para desecharla. Sobre la misma, el Secretario de Cultura
respondió en el oficio SC-DGS-178/2016 dirigido al artista Miguel Ángel Rivera,
uno de los promoventes de la protesta:
“La
carta responsiva que usted señala en el escrito que nos ocupa y a que se hace
referencia en la convocatoria de dicho certamen, fue modificada en sus términos
en la página web de esta dependencia desde el día 20 de septiembre de 2016,
cuando aún se encontraba en proceso la entrega de propuestas participantes en
la categoría de Artes Visuales, por lo que el formato de la carta responsiva
que usted solicita sea anulada, quedó sin efecto, desde esa fecha.”
Haciendo
de lado por el momento el soslayo del Secretario hacia las firmas entregadas junto a la misiva (en
la redacción parece tratarlo como un asunto particular de Rivera), se debe
resaltar la modificación de la carta referida la cual consiste en unas cuantas
palabras añadidas cuya única función es empeorar la ya de por sí pobre sintaxis
y ortografía de la misma, por lo tanto los efectos legales de la misma quedan en
un terreno pantanoso aún injusto para los creadores. Copio y pego el párrafo en
mención:
“ASÍ MISMO DECLARO, QUE EN VIRTUD DE QUE LA SECRETARÍA DE
CULTURA DEL ESTADO DE SAN LUIS POTOSÍ, ASUME BAJO SU RESPONSABILIDAD, LAS
DIFICULTADES QUE IMPLICAN EL MANEJO Y TRASLADO, ASÍ COMO EL RIESGO DE EXHIBIRLA
EN EL SITIO QUE ESA DEPENDENCIA DESIGNE; CON LA FIRMA DEL PRESENTE DOCUMENTO, DESLINDO
TOTAL Y ABSOLUTAMENTE A ESA MISMA SECRETARÍA DE TODA RESPONSABILIDAD DE
CUALQUIER NATURALEZA JURÍDICA POR CUALQUIER DAÑO O PÉRDIDA TOTAL O PARCIAL EN
LA QUE SE PUEDA VER INVOLUCRADA O AFECTADA MI OBRA, GENERADA POR MI CAUSA Y QUE
LE SEAN AJENAS. “
Como
siempre en asuntos legales, consulté a un abogado y me confirma: en efecto, la
redacción deja sin derechos sobre su obra a los participantes. Con dolo, la
Secult se deslinda de responsabilidades y reduce la obra a cascajo que puede
ser movido con escoba. Probablemente no lo harían así, pero esa es una posible
lectura de la redacción de la carta.
Tampoco
es que le haya importado mucho el asunto a quienes aceptaron participar bajo
esas condiciones leoninas, cabe decirlo.
La
ceremonia de entrega, como señalé al inicio, fue la pauta para convencerme de
que esto debe parar. Fue anunciada en primera instancia a llevarse a cabo en el
Museo Nacional de la Máscara pero apenas unas horas antes se avisó su cambio
al Teatro Polivalente del Centro de las Artes. Hacerse en el museo tenía lógica
funcional: después de la premiación se podría cruzar la explanada para
dirigirse a la sala Germán Gedovious del Teatro de la Paz, donde están
expuestas las obras seleccionadas y ganadoras. El brindis pudo ser ahí. El
Polivalente no venía al cuento usando el sentido común. Pero hay algo más allá
del sentido: el Ceart se ha convertido en el salón de juntas, eventos,
pachangas y caprichos varios del ‘amante de la cultura’ Juan Manuel Carreras,
su vocación de centro educativo ha pasado a un tercer plano.
El
domingo 20 lucía orgulloso con su ornamento tan costoso como de nulo gusto el
escenario del mutilado teatro. Dada la ausencia estética de su adornado y el
cambio repentino puedo intuir que fue obra de la oficina de protocolo del gobernador,
aunque ello en lugar de aliviar hace más pesada la culpa de la Secult por no
oponer resistencia. Contrario a lo
acostumbrado los ganadores fueron parte de la escenografía y estuvieron en el tablado, para que en todas las fotos aparecieran junto al bondadoso Carreras.
Se dio un bonito e inocuo discurso de agradecimiento, los acarreados (más de la mitad de los asistentes) aplaudieron con entusiasmo y luego se pasó a degustar
bocadillos, vino y mezcal. De las obras ganadoras ni quien se acordara. Bueno,
alguien mencionó donde estaban, pero ¿a quién le importa?
Nadie
toma en serio al 20 de noviembre y se invierte en el mismo alrededor de dos
millones de pesos anuales. El año entrante será sumamente castigado para la
Secretaría de Cultura ¿por qué mejor no orientar ese recurso en acciones de vinculación del quehacer artístico local
con los potosinos? ¿O en desarrollo e implantación de políticas culturales
efectivas? ¿Para qué seguir manteniendo un estímulo que no va más allá de
solventar necesidades económicas por un breve lapso de tiempo?