El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. A partir de aquí, comienza la melancólicamente bella historia de amor de un viejo periodista solitario que apenas en su novena década de vida va a conocer el amor real. Memoria de mis putas tristes, la más reciente novela del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, está destinada sin duda a ser el acontecimiento editorial del año. Ya está disponible en las librerías potosinas, aunque la noticia no haya sido tan publicitada en un afán por darles madruguete a los piratas, quienes de cualquier manera encontraron la manera de sacarla a la calle. Por cierto, si usted ya compró un ejemplar pirata, le informo que se va a perder el final real del libro, ya que como medida de seguridad, el maestro Gabo lo cambió a última hora. La novela es una pequeña maravilla, García Márquez demuestra de nuevo que no hay en su carrera literaria una sola obra que pueda considerarse menor. Con un ritmo pausado y el estilo hipnotizantemente cadencioso que lo caracteriza, la historia nos va atrapando con un cálido abrazo, como guiados por una luz brillante y hermosa que reconforta. La maestría del autor nos lleva a maravillarnos con la historia del viejo periodista sin talento que no ha conocido el amor en su vida, a pesar de que en su cuenta personal hay una lista de 514 mujeres con las que ha compartido cama al menos una vez, y a todas las cuales les ha pagado puntualmente, aun cuando no se tratara de prostitutas. El amor profesado por el senil aunque vigoroso caballero hacia la pequeña sin nombre, a la cual el mismo se refiere como Delgadita, es un acto de locura, de iluminación de dolor, alegría, en fin, de todas las virtudes y defectos que envuelven al amor. Es una historia con la misma pasión irredenta que la que Florentino Ariza siente por Fermina Daza en El amor en tiempos del cólera, el mismo amor imposibilitado por las circunstancias que sentía por Sierva María de Todos los Ángeles el joven cura destinado a exorcizarla en Del amor y otros demonios. Y también es una novela en la que se pueden encontrar, como en todas sus obras, rastros de la propia biografía de García Márquez, lugares y personajes que le son comunes, y un homenaje al escritor japonés Yasunari Kawabata, quien también exploró en su obra historias de sexo melancólico. Esta es la primera novela que publica el genial colombiano desde que hace 10 años salió a la luz Del amor y otros demonios, la espera fue larga, pero valió la pena. Ahora hay que esperar a que se concrete la publicación de “En agosto nos vemos”, título probable de su siguiente novela, o bien, dar tiempo a la segunda entrega de sus memorias, iniciada hace un par de años con Vivir para contarla. La semana anterior hablaba de la suerte que tenemos de ser contemporáneos de algunos genios, e insisto, afortunados nosotros de vivir los mismos tiempos de este genio de dos milenios, una de las figuras más importantes del siglo XX que ha dicho con una humildad conmovedora que escribe sólo para que la gente lo quiera. Y no quiero sonar oportunista diciendo que Gabriel García Márquez es mi autor favorito. Pero lo es. El primer acercamiento que tuve con sus obras fue más bien contrariado, recuerdo que de niño vi anunciado en el catálogo del Círculo de Lectores un libro llamado Cien años de soledad, título que me llamó poderosamente la atención, aunque cuando pedí que me lo compraran, mi padre me dijo que era mejor que esperara un tiempo para que lo entendiera mejor y pudiera disfrutarlo plenamente. Años más tarde pude leerlo y –al igual que le pasó al propio Gabo cuando leyó La Metamorfosis, de Kafka- la experiencia fue una iluminación. En ese momento caí en cuenta que de mi pasión por las artes, ese extraordinario colombiano me hizo decidirme por explorar la literatura. A veces pienso en cuantas personas habrá influenciado como a mi, espero que a muchas. |
martes, 26 de octubre de 2004
MEMORIA DE MIS LECTURAS FELICES
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