miércoles, 27 de mayo de 2009

Papiers collés (II)

Un diario íntimo alegre es inimaginable. Cuando un hombre se inclina hacia sí mismo, hacia su pasado inmediato, sólo recoge huellas de desastres.


Nunca hice nada que no fuera por placer. Sería mucho decir que no he hecho gran cosa.

Tener un destino, ¡qué idiotez! Es liberarse de todo destino lo que cuenta un poco.

No se necesita ser muy listo para pensar que todos los hombres quieren ser libres y no desdichados. Falso. Ellos quieren su libertad, no la del vecino. Quieren su dicha –o su desdicha- no la del vecino. Cuando dos libertades se juntan, es la guerra.


Uno no escribe porque está loco, si no para no enloquecer.


Escribir es alegre. Uno puedes escribir alegremente que se va a suicidar.


Cuanta razón tienen aquellos que niegan la inspiración. Basta leerlos.


No somos modernos porque empleamos nuevos procedimientos –en música, particularmente- sino porque sin ellos no sabríamos expresarnos.


La historia. ¿Por qué nunca he asistido a un gran acontecimiento? Más tarde me enteré. Me dijeron que estuve.


El arte moderno nos hace cambiar de calle para encontrar al arte moderno. El arte moderno dice nuestra precariedad. El arte antiguo decía nuestra muerte eterna. El arte moderno dice nuestra vida continuamente “agónica”. El hombre ya no tiene al tiempo “delante” de sí. Él es, siente serlo, el último hombre. (Es abusivo, pero así es.) por lo cual la noción de posteridad carece de sentido. Se trata de saber ahora o nunca. Vivir se ha vuelto absolutamente apasionante, a todo nivel de escala. Bataille lo había sentido. La soberanía.


Escribir es trasgredir una ley natural, ya que no es necesario escribir para vivir. No es por instinto de conservación que un hombre utiliza la literatura con fines, lo más frecuentemente, ineficaces. Se trata de comunicar lo que el lenguaje corriente se revela incapaz de restituir; escribir vendría a ser un acto de fraternidad ambigua, cuyos límites evidentes ya no dependen de nuestras relaciones inmediatas con los otros, sino de aquellas, misteriosas, que un hombre decide tener con la poesía de sus semejantes. Se que hay escritores. Lo que prueba que escribir es un oficio. De hecho es así para muchos. Pero ¿Cómo saber si es el oficio lo que cuenta, o bien su materia?

miércoles, 20 de mayo de 2009

Papiers Collés (I)

el 2 de enero de 1994 no acababa de reponerme del asalto mental que implicó la aparicion pública del EZLN cuando cayó en mis manos La Jornada Semanal, en aquellos legendarios tiempos en que la dirigía Roger Bartra; en la portada de la revista aparecía Leonel Maciel, chamanazo, lo cual me llevó a abrir con avidez sus páginas y para mi sorpresa me encontré con un artículo de Luis Eduardo Rivera titulado "Defensa de la razón poética" acerca del filósofo francés Georges Perros, seguido de una serie de aforismos seleccionados de los tres tomos de sus Papiers Collés. Dos cosas -el EZLN y el artículo- que cambiaron mi vida en esos lejanos días de pre estudiante universitario.
En razón de la escasez de información sobre este enorme autor en la red, comienzo a trascribir los aforismos de Papiers Collés para después seguirme con el artículo, sin permiso de La Jornada, vale decir, pero total, el chiste es difundir sus ideas:

El hombre se pertenece cuando ya no se compara a ningún hombre.

Conocer al hombre es quejarse de ser uno de ellos.

El amor es esta cosa estúpida sin la posibilidad del chispazo dialéctico, y es evidente que no es asunto para quienes tienen el alma enfebrecida. El amor es esa mirada cursi, ese entrelazamiento melodramático con fondo musical que sube de tono, ese personaje en el jardín, ese otro en el patio, que se ven por primera vez, que no saben nada de su vida en común. El amor es como si nunca hubiésemos respirado. Todo el pasado desaparece, se funde y toma el nombre de espera. “Te espero”, dice el enamorado. Pero es obvio que no es una cita común. No hay hora, no hay lugar preciso para esta espera, para este triunfo milagroso de una ausencia que de pronto toma prestados unos posibles rasgos, un cuerpo verdadero, al que podemos estrechar y que es precisamente el único cuerpo en el mundo capaz de responder al nuestro, ya que está igualmente desposeído. Dos ausencias que buscan la misma cosa en el mismo lugar.

Amar es dar a alguien el derecho –cuando no el deber- de hacernos sufrir.

Lo peor que puede ocurrirle a Dios es que el hombre ya no ponga en duda su existencia. Es también lo peor que puede ocurrirle al hombre.

Escribir es renunciar al mundo implorando al mundo que no renuncie a nosotros.

Es escritor todo individuo para quien la vida, es decir los otros y él mismo, el cielo, los acontecimientos, no tienen fin. Es escritor todo individuo que no se atreve a vivir francamente. Todo escritor valedero está enfermo (nada que ver con la salud física). Si este hombre peligroso no se refiere ni a los otros, ni al cielo, ni a los acontecimientos, ni a él mismo, se dirá que es poeta. Si por fin está a tal punto desapegado que la alternativa sólo tiene lugar bajo él, se podrá hablar de espíritu.

Es por lo tanto cierto que el mundo es detestable, ya que tantas personas influyentes lo han dicho. Los moralistas – entre otros- no han dicho otra cosa, como si decirlo les permitiera vivir un día más. La soledad siempre ha sido negativa. La vida en sociedad conduce al suicidio. Lo que de ninguna manera nos impide tener amigos y soportar el “yo te amo” del otro sexo. ¿Entonces? Juguemos. ¿Pero a qué? Ningún juego soporta dos vencedores. ¿Empate? Sí, empate ¿Pero cómo hacer el amor?

“Tener algo que decir”, la estúpida expresión. Pero no hay nada que decir, eso salta a los ojos y a todo el resto. Es por ello que uno habla, escribe, se mueve sin cesar; es por ello que uno vive, de alguna manera. Es el cielo, la flor, el burro, el mar, los que tienen algo que decir, los que nos suplican que les ayudemos en su difícil pronunciación, estruendosa o muda. La lengua es la herramienta que nos ha sido dada para ayudar a encontrarles, a ellos, su decir, su palabra. Los hombres se entrenan entre sí para conservar intacta esta herramienta. Ay de éstos si se creen los propietarios, o si piensan que está hecha para su uso personal. Para su miserable comercio. La lengua no puede hacer sino daño, o nada –la moral- a los hombres. Toda la dignidad de los hombres está en la sacralización de las cosas. Pensar que uno tiene algo que decir es peor que masturbarse, placer triste, pequeña muerte. Amén.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ballard, profeta de nuestro tiempo

Los lugares comunes describen la obra de J.G. Ballard como ciencia ficción ubicada en un futuro distópico, algo con lo que estoy en completo desacuerdo. Revisando su trabajo literario nos podemos dar cuenta que aunque sus textos bien pueden tener cabida dentro de la clasificación de ciertos sub géneros vinculados con la CF, el iluminismo que muestra en cada una de sus narraciones le vuelve más un visionario del futuro que un contador de historias imaginativo.

Tarde llega este homenaje, pero no quiero dejar de convidarles, como recuerdo a unos, presentación a otros, una pequeña muestra del inabarcable talento profético de uno de los escritores más importantes de la segunda mitad del siglo XX a través de una selección de citas que demuestran su capacidad profética y espero los mueva a buscar y devorar su obra.


El único y verdadero planeta alienígena es la tierra.


Asumiendo que la única cosa cierta acerca del futuro es que va a ser aburrido, el papel que desempeñará la ficción imaginativa se convierte en más y más importante para la supervivencia.

Si se tiene que categorizar el futuro en una sola palabra, esa palabra sería hogar.


Así como el siglo XX ha sido la era de la movilidad y su mayor exponente el automóvil, así la próxima era será una en donde en vez de buscar aventuras a través de los viajes, uno va a crear los suyos propios, de la forma que uno elija, en su casa. El individuo promedio tendrá todos los recursos de un estudio moderno de TV, conectado a procesadores increíblemente sofisticados y poderosos.


La ayuda electrónica, particularmente las computadoras domésticas, ayudarán a la migración interna, la opción de salir de la realidad.

La realidad no será ya lo de fuera, sino lo que hay dentro de tu cabeza; será comercial y desagradable al mismo tiempo.


En un mundo completamente cuerdo, la locura es la única libertad.


Lo que nuestros niños deben temer no es a los autos en las vías del mañana, sino a nuestro propio placer por calcular los más elegantes parámetros de sus muertes.


Debo resumir mi temor sobre el futuro en una sola palabra: aburrido. Y ese es mi único miedo: que todo ha sucedido ya, nada excitante, nuevo o interesante volverá a pasar… el futuro será un vasto, conformista, suburbio del alma.


Y mi favorita:

… lo que es interesante ahora es que el tiempo se está acortando entre lo que es “rebelde” –“revolucionario”- y la “total aceptación social”.

En el futuro vas a tener una idea nueva radical, pero dentro de tres minutos estará totalmente aceptada y a la venta en el supermercado más cercano.



P.D.

Para ser sincero, solamente he leído un puñado de sus novelas, sin embargo sigo buscando en todo momento su obra, escasamente publicada en México. en calidad de mientras les recomiendo de menos las que han tenido adaptaciones cinematográficas y por ende son más fáciles de conseguir (con el libro con la portada de la película, claro): El imperio del sol, Crash y Exhibición de atrocidades. Además, si las encuentran, no se pierdan Noches de cocaína y sobre todo Isla de concreto, uno de los libros que más me han marcado.

Larga vida a Ballard, inconmensurable maestro.