viernes, 13 de mayo de 2005

20 años (y II)

Por circunstancias fuera de mi alcance la semana pasada no se pudo publicar esta columna y por ende, la segunda parte del comentario sobre los 20 años de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UASLP; el lapso, no obstante, sirvió para repensar el tema, retroalimentado con opiniones que he venido recabando de ex alumnos con toda clase de posturas hacia la escuela, desde quien considera su estancia un tiempo irremediablemente perdido hasta quien cree a pie juntillas que no hay mejor espacio de conocimiento. Sigamos pues.

Una de las frases más afortunadas del ex rector Jaime Valle es que la Universidad no es otra cosa sino sus egresados; explicaba que con ello se refería al papel que desempeñan los graduados como la carta de presentación más clara ante el sector patronal por su nivel de conocimiento y calidad como profesionistas, el ex rector estaba convencido de que los egresados de la UASLP son motivo de orgullo para esta.

Desafortunadamente el espíritu de la Escuela de Comunicación no es el mismo. Si bien se que una escuela no es agencia de colocaciones, también tengo claro que es deber de esta construir vínculos con los sectores público y privado de mínimo para que se sepa de que es capaz un egresado y eso es lo que menos ha sabido hacer en dos décadas la E.C.C.

A estas alturas, fuera de la escuela se sigue sin saber para que rayos sirve un comunicólogo, a lo más se piensa que saben tomar fotos y hacer videos y del lado de los aspirantes es común que los jóvenes bachilleres piensen en entrar a esa carrera para el día de mañana ser vj’s de MTV.

En la página web de la ECC, la descripción del campo de trabajo, bolsa de trabajo y posgrados, entre otros (incluidos los antecedentes históricos de la escuela) se encuentran completamente en blanco.

La idea que me vendieron de la carrera de Ciencias de la Comunicación fue la de un espacio de conocimiento ulterior del que se puede desprender la solución de la mayor parte de los problemas sociales gracias a la característica interdisciplinaria y cambiante de su estructura propia. Sigo creyendo que un egresado, si se encuentra bien preparado, es capaz de confrontar y proponer soluciones... de motu proprio.

Sigo creyendo también en las múltiples cualidades de la carrera, mas no en el proceso formativo que sigue, al menos en mi alma mater. He visto con pesar como pasan los años y no se ve un progreso real, la vida de la escuela se limita a elaborar discursos progresistas que no se aplican en términos reales, establecer líneas de trabajo sobre conceptos ambiguos e impartir clases con un programa que es prácticamente el mismo con que inició la carrera hace 2 décadas.

Y la currícula seguirá siendo la misma en tanto no se destrabe el absurdo jaloneo tribal en que han degenerado las reuniones para discutir el cambio de la estructura curricular, con lo cual los principales afectados son la escuela y los alumnos.

La celebración del XX aniversario pudo haber sido un buen momento para la autocrítica, para replantear el rumbo de la escuela, para escuchar todas las voces, para hacerse visibles de una buena vez. En cambio, los comentarios que he recogido acerca de las mesas de trabajo con egresados son todos de decepción, salvo uno, debo aclarar, que ve que la escuela es maravillosa y marcha a la perfección.

A final de cuentas, da gusto ver la pervivencia del lugar donde uno se formó, pero aunque uno ya no viva en la casa puede opinar del color en que está pintada, ¿no?

DE REFILÓN.

Este lunes a las 7 de la tarde se presenta en el Cineclub del Museo Federico Silva. Escultura Contemporánea la película más polémica de Martín Scorsese, “La última tentación de Cristo”.

La cinta tiene a la vez el record de asistencia en los cineclubes locales, historia que se remonta a una proyección que organizara la siempre activa Carla Díaz en la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UASLP hace unos 10 años, aunque la cinta se anunció sin subtítulos y la escuela está casi llegando a Jalisco hubo un lleno total. Tiempo después, ya con copia en español, se tuvieron que abrir tres funciones para dar cabida a toda la gente que quiso ver la cinta en el Cineclub de la UASLP.
Lo curioso del asunto es que la condena de la iglesia y los sectores conservadores sigue resultando incomprensible, después de todo la idea en la novela de Nikos Kazantakis y en la película de Scorsese es mostrar un Jesús más humano que en la cruz tiene un momento de arrepentimiento que al final de la cinta sólo lo acerca más al concepto primigenio de la cristiandad. A lo mejor eso es lo que no le gusta a la iglesia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es culpa de la escuela? o de los pésimos egresados que no asistieron, como se puede ver en este texto, a una clase de redacción?