miércoles, 3 de julio de 2013

Monosatírico




 El mono que quería ser un escritor satírico de Monterroso finalmente fue acallado en ideas por el peso de su propia conciencia. Ya eso tengo de ventaja, el descrédito general está de mi lado.
En estos tiempos de corrección política todo es proclive para que seamos señalados como frívolos, amargados o reaccionarios tanto como visionarios o atrevidos según el grado de cercanía que el público tenga con las ideas que nos lee y en tanto el aplauso o la censura son recibidos más o menos gravemente dependiendo de la fortaleza de espíritu del que teclea, máxime si se mueve en un terreno tan delicado como el quehacer de la cultura, donde todos sin variar son habilitadores del saber e inmaculados mártires, tanto el abnegado funcionario incomprendido como el artista que proclama sus derechos ante las murallas del burocratismo. Por eso es difícil congratularse con ambas partes al mismo tiempo y la mejor herramienta para expresarse pareciera ser un ambiguo cinismo. Ah, listillo de mí.
Pensar en voz alta es el ejercicio. Pensar y dejar que las ideas floten en el río inagotable de la red, el ser valiente en la supercarretera de la información (nótese la actualidad de la referencia) donde las palabras tienen tanta perdurabilidad como el trending topic del momento nos lo permita. Abriguemos la petulancia de la fama de un segundo como guía para expresar las palabras que no sabemos el destino que tengan.
No es idea nueva, en 1978 J.G. Ballard lo dijo: “En el futuro vas a tener una idea nueva radical, pero dentro de tres minutos estará totalmente aceptada y a la venta en el supermercado más cercano”. Una realidad que en los años recientes nos ha alcanzado. Pero no se me tilde de profundo, eso lo leí hace trece años en una revista Complot que tenía en la portada al grupo La Ley bajo el término de visionarios.
¿Cuál es el proceso entonces? ¿Escribir ebrio y corregir sobrio tal como aconsejaba Hemingway de acuerdo a la cita de sus palabras que en estos días corre en las redes sociales? ¿Seguir cabalgando y que los perros ladren como todo mundo ahora supone que dijo Cervantes en el Quijote? Creo que me quedo más bien con la imagen de mi gato Cucho, quien al darse cuenta de la fobia de mis vecinos sobre su felina existencia se apoltronaba socarronamente a tomar el sol en la barda limítrofe de ambas casas para ver como corrían desesperados gritando “¡ahí está el gato!” mientras los observaba -me imagino despreocupado y divertido por una acción tan simple como ser y estar en un lugar donde causaba furor por impertinente- hasta que se aburría e iba a lamerse la entrepierna a otro lado. 
¿Qué le depara a esta columna el destino? Muchas exposiciones, festivales, muestras y acciones gubernamentales a cual más de divertidas. No por ello menos serias, menos graves, menos relevantes en este arenal tratando de florecer que es la vida cultural del estado.
Ya lo veremos.

Twitter: @ottolumiere

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