jueves, 4 de julio de 2013

Monosatírico V: De tu butaca a la mia




 En días pasados me llamó la atención cuando de pronto varios amigos comenzaron a compartir el anuncio de una actividad a llevarse a cabo en la sede de El Rinoceronte Enamorado el próximo viernes 21, una mesa redonda llamada Los derechos del espectador/ Utopía o necesidad, en la que destaca la participación del colectivo Es hora de hacernos agua, recientemente conformado en la capital potosina.
Casi enseguida me enteré que la actividad fue planeada luego de un incidente suscitado en el teatro de los rinocerontes la semana anterior, cuando un espectador irritado porque no le gustó lo que estaba viendo en escena se levantó a reclamarle voz en pecho a los actores por lo que consideró inadecuado. Del asunto da fe el estimado Ignacio Betancourt en una columna escrita a propósito del hecho donde señala que fueron los propios Es hora quienes propusieron el encuentro para debatir el asunto de los derechos del espectador, tema nada nuevo pero siempre interesante de abordar, desde luego.
Yo siempre he estado de acuerdo en que los derechos de uno terminan donde se comienza a vulnerar el de terceros. En ese sentido me parece de un protagonismo absurdo y grosero la forma de conducirse del espectador mencionado –anónimo para mí, ya que su identidad es lo de menos- al decidir por todos cuantos estaban en la sala que era momento de interrumpir el espectáculo para externar su opinión. Yo lo hubiera bajado aplicándole la máxima (y acción) pambolera “¡Ai va l’agua!” y es la reacción más contenida que se me ocurre. Muchas veces me he sentido defraudado en el teatro y si es posible hacerlo sin molestar a nadie me he salido de puestas en escena infumables y nunca me he quedado callado para externar posteriormente mi malestar a los involucrados, lo cual me ha ganado al menos un enemigo. Luego de terminada la función, por supuesto.
Pero nadie tiene derecho a decidir, cual Cyrano de Bergerac, mandar callar a ningún actor y menos aún erigirse en máxima autoridad de entre los presentes para alentarlos a quejarse del fraude al que están siendo expuestos. Eso es asunto de cada uno. Y tanta razón puede tener el más indignado como aquel que por bizarros motivos esté disfrutando el espectáculo.
En los lejanos tiempos en que el Festival Internacional de Danza tenía alma –o sea cuando lo hacía Lila López-, la entrada era libre y en los primeros años (empecé a ir muy joven, como en el sexto) recuerdo que era un verdadero maremágnum  en el que lo mismo convivían bailarines, prensa, críticos y el pópulo local, que de manera paulatina aprendió a aplaudir o abuchear con todo derecho lo que veía en escena y poco a poco fueron desapareciendo los espontáneos que sin entender el contexto lo único que pedían era que las bailarinas enseñaran más. Y vi grandes abucheos y ovaciones de pie hasta de 5 minutos, todos al final de la presentación, en el momento en que se debe externar, en el turno del público.
En la mesa estarán por parte de los Rinocerontes Jesús Coronado y como moderador Edén Coronado, mientras que por parte del colectivo tendrán uso de voz el propio Nacho y David Madrigal, este último destacado en el campo de las ciencias sociales pero de quien mi memoria, seguramente corta, no me permite recordar en los años recientes como espectador en actividades culturales, dicho sea esto sin provocación y con el mero ánimo de puntualizarlo. Espero sinceramente que las ideas a ser expresadas y los términos del debate repercutan de manera positiva y tangible en la forma en que tratamos al público, parte que nada menos es la que alimenta –nunca más literalmente dicho- al artista, que ya sería un avance dentro de la dinámica social que tenemos con relación a las artes.
Y no le demos más vueltas, el mayor derecho del espectador es que el otro no nos joda unilateralmente el momento.

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