La primera exhibición de cine en San Luis Potosí,
registrada el 20 de noviembre de 1896 en casa del señor Paulino Almanza
prefiguraba ya que este arte habría de sustentarse en la promoción
independiente y como tal ha logrado consolidarse en las últimas dos décadas, en
que la comunidad cinéfila ha crecido como una consumidora habitual del séptimo
arte.
Si los datos no me traicionan, el primer cineclub
de la capital potosina se estableció gracias a la Alianza Francesa en la década
de los setenta y el mismo permaneció en funciones hasta mediados de los
noventa, ya para entonces con una colección importante de títulos en video que
a muchos nos sirvieron como primeras lecciones dentro del conocimiento de este
arte.
En los años ochenta otra alternativa para tener
acceso a películas de calidad eran los ciclos que organizaba Periodistas
Cinematográficos de México (PECIME) en la sala del Cinema San Luis 70, de ellos
recuerdo en particular uno que me marcó a los 13 años (uno se las ingeniaba
para entrar a funciones de clasificación “C”), “Historias extraordinarias de terror 3ª parte”, que incluía entre
otras joyas el Nosferatu de Herzog, La fosa y el péndulo de Corman y Un hombre lobo americano en Londres, de
Landis.
De regreso a los noventa hay que destacar la apertura de cineclubes en las casas de
cultura de San Sebastián y San Miguelito, así como el que formó Jorge Ramírez
Pardo y más tarde el de Carlos Ávalos en el Ágora, donde actualmente es la sede
de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí. En ellos se puede ubicar la
semilla de lo que actualmente tenemos en materia de difusión de la cinematografía.
Hubo en esa década tres momentos fundamentales más: la celebración de los 100
Años del Cine coordinada por el entonces Instituto de Cultura al mando del
Doctor Eudoro Fonseca y con la participación en programación y realización de
promotores como Juan José Barrios, Carlos Reyes, Carlos Ávalos, Ernesto
Baltasar Sierra y Toño Meave, amén de la colaboración del entrañable Álvaro
Muñoz de la Peña.
Por el mismo tiempo llega a San Luis la Muestra
Internacional de la Cineteca, el mayor festín fílmico del país finalmente a
nuestro alcance, que tuvo su mejor momento en su sede de los Cines del Valle,
cuando propios y extraños (literalmente) en el éxtasis de encontrarnos con
películas que por malas o buenas sabíamos que
era casi seguro no volveríamos a ver, nos reuníamos a intercambiar opiniones
entre función y función en un ambiente cinéfilo insuperable y
desafortunadamente hasta hoy no repetido.
El otro hito fue la creación del Cineclub de la
UASLP de la mano de Carla Díaz, espacio que gracias a su constancia mantuvo el
interés de la comunidad cinéfila para que justo al inicio de este siglo se
diera el momento de pedir como ciudadanos una Cineteca para el Estado, lo que
se logró con el apoyo de la federación, quien cedió en comodato el Cine Teatro
Alameda, joya arquitectónica emblemática de la ciudad que tras once años de abandono
pasó por un proceso de remodelación de su sala y cabina de proyección para que
finalmente en junio de 2006 se concretara el nacimiento de Cineteca Alameda.
A la fecha hay varios cineclubes en funciones en la
capital del estado, tanto en instituciones culturales oficiales como en
escuelas, universidades y espacios alternativos de particulares, también
recientemente se abrieron foros de este tipo en algunos municipios aunque no
mantienen continuidad, algo lamentable dado el hecho de que salvo en la
capital, Matehuala y Ciudad Valles, no se cuenta con salas comerciales de cine
en los municipios del Estado. Por fortuna andan por ahí algunos promotores
culturales neceando con el cine toda vez que entienden este como un fenómeno
social no necesariamente limitado al esparcimiento de escape, ojalá sigan con
ese ánimo. Regresamos entonces al punto de origen, la defensa y promoción de la
cultura cinematográfica se encuentra en manos de quienes ven en el cine algo
más que un mero espectáculo para vender muchas palomitas y en ese camino
deberían seguir a fin de preservar esta parte de nuestra memoria y patrimonio,
de recordar lo que somos y fuimos, que también para eso sirve el cine.
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